Es una calurosa tarde de junio. El general Juan Pérez-López se encuentra en su oficina en el cuartel general de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), en Caracas. Acaba de regresar de una reunión.
El ambiente está tenso.
Conoce el descontento entre los rangos inferiores de la FANB. Nadie lo dice en voz alta. Saben a lo que se exponen. Pero aunque no lo digan, están seguros de que las próximas elecciones presidenciales del 28 de julio son un punto de inflexión para el futuro del país.
Juan toma un sorbo del café que le acaba de traer Carmencita, la secretaria. Mira por la ventana y recuerda con nostalgia los días en que la fuerza armada era una institución respetada por todos los venezolanos. La lealtad a Hugo Chávez, a Nicolás Maduro y el Partido Socialista Unido de Venezuela han desvirtuado esa imagen. Una realidad que le genera una profunda tristeza.
Alguien lo saca de sus pensamientos al abrir la puerta de su oficina. Es su amigo Luis Martínez-Pérez, un coronel que conoce desde la Academia Militar. Confía en él, han compartido sueños de una Venezuela próspera y democrática.
— Juan, ¿has oído los rumores? —preguntó Luis, cerrando la puerta tras de sí. —Hoy están todos más nerviosos.
—Lo sé, Luis. La presión es intensa —respondió Juan con un suspiro. —Es como si estuviéramos al borde de una decisión que podría cambiar el destino de nuestro país.
Luis asintió mientras tomaba asiento. Ambos sabían que la gente estaba cansada de la corrupción y los privilegios desmedidos que gozaban los altos mandos tanto militares como civiles. Las promesas incumplidas y el saqueo del erario público por parte de la «Banda de los Cinco» —Diosdado Cabello, Cilia Flores, Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y Jorge Rodríguez— han erosionado la confianza del pueblo.
—Juan, el descontento no solo está en las calles —continuó Luis—. Nuestros propios soldados, tenientes, capitanes, mayores y coroneles también están sufriendo. La brecha entre sus vidas y las de los altos mandos acomodados es enorme. Esto solo alimenta el malestar interno.
Sabiendo que la presión solo va a aumentar a medida que se acercan las elecciones, ambos reflexionan sobre su responsabilidad con Venezuela. Coinciden en que la fuerza armada tiene que velar por el cumplimiento de principios democráticos fundamentales: la alternancia en el poder, el Estado de derecho, la rendición de cuentas y el respeto de los derechos humanos.
Una llamada telefónica interrumpe su conversación. Es la secretaria, que anuncia la llegada del capitán Rafael García-Luengo, un joven oficial conocido por su ética y su liderazgo entre los mandos inferiores.
—General, coronel, lamento interrumpir—dijo Rafael con urgencia— pero necesitamos discutir la estrategia para las elecciones. La mayoría de nosotros cree que la FANB debe mantenerse neutral y garantizar que los comicios sean justos y transparentes. No podemos permitir que las armas de la nación se apunten contra el pueblo.
Juan intercambió una mirada significativa con Luis antes de responder.
—Capitán García-Luengo, estamos de acuerdo. Nuestro deber es con todos los venezolanos, con nadie más. Debemos asegurarnos de que el pueblo pueda expresar su voluntad sin temor a represalias.
Las reuniones secretas entre oficiales dispuestos a proteger la voluntad popular se han vuelto más frecuentes en los últimos meses. En ellas se han establecido planes para asegurar que la FANB no va a interferir en las elecciones. También han analizado cómo garantizar la integridad de los resultados y actuar en contra de cualquier intento de fraude.
ANTICIPACIÓN Y NERVIOSISMO
Falta menos para el día de las elecciones, el 28 de julio. La atmósfera en todo el país está cargada de anticipación y nerviosismo. Tanto los civiles como los militares saben que el resultado podría significar un punto de no retorno. Todas las encuestas dicen que los centros de votación van a estar abarrotados de venezolanos dispuestos a hacer valer su derecho al voto, deseosos de un cambio.
Allí estará la Fuerza Armada Nacional Bolivariana para cumplir una labor de la que el pueblo de Venezuela se sienta orgulloso. Atentos a cualquier irregularidad. Las fuerzas democráticas, más activas y organizadas que en las elecciones anteriores, no van a perder tiempo en denunciar cualquier intento de manipulación. La desconfianza en el régimen es evidente y el pueblo no está dispuesto a permitir otro golpe electoral.
Ya está decidido, no van a usar las armas contra el pueblo. En lugar de reprimir a los ciudadanos, van a proteger los centros de votación y asegurar que el proceso se desarrolle de manera transparente.
La FANB, en lugar de ser un obstáculo, será garante del proceso democrático. Nicolás Maduro y su círculo cercano se encuentran en una situación precaria, incapaces de revertir la marea de la voluntad popular.
El liderazgo de Juan y Luis, y la valentía de oficiales como el capitán García-Luengo, permiten que Venezuela inicie una nueva era. Una era donde la FANB recupere su credibilidad y legitimidad, actuando conforme al interés general de la nación.
El 28 de julio, el pueblo de Venezuela puede estar seguro de que la FANB va a estar al servicio de la defensa del proceso electoral. Y ese será solo el comienzo, porque ese día renacerá la esperanza. La esperanza de recuperar al país, nuestra tierra de gracia, unida, segura y democrática, donde todos tienen cabida, con prosperidad y libertad.
@antdelacruz_