EL VENEZOLANO COLOMBIA | NOTA DE PRENSA
Cientos de niños y niñas refugiados y migrantes en Colombia llevan más de dos años por fuera del sistema escolar, muchos no saben leer o no entienden lo que leen, lo que les dificulta no solo ingresar a la escuela, sino completar sus trayectorias educativas.
Esto agudiza su vulnerabilidad, contribuye a la perpetuación de ciclos de pobreza y aumenta su exposición a riesgos derivados de la violencia y el conflicto armado.
En el Día del Refugiado, que se conmemora el 20 de junio, UNICEF Colombia recuerda que los niños y niñas migrantes y refugiados viajan con sus derechos y que es fundamental garantizar el derecho a la educación sin exclusiones.
“El acceso a la educación, como prioridad de una política pública inclusiva con las personas migrantes y refugiadas, es a su vez catalizador de otros derechos: las escuelas son entornos protectores que les permiten a los niños y niñas contar además con alimentación, acceso al cuidado, participación y protección frente a diversas formas de violencia o ante las consecuencias del conflicto armado”, aseguró Tanya Chapuisat, representante de UNICEF Colombia.
Según cifras del Ministerio de Educación, Colombia pasó de contar con 34.030 niñas, niños y adolescentes migrantes y refugiados matriculados en el 2018 a 590.489 en abril de 2023.
“Esto demuestra el compromiso del gobierno de Colombia con la garantía de derechos y la promoción de una educación sin barreras, pero al mismo tiempo plantea retos y desafíos: aún hay que hacer un esfuerzo adicional por los más de 135.000 niños y niñas migrantes y refugiados venezolanos que se encuentran por fuera del sistema o no pueden acceder a educación”, agregó Chapuisat.
La condición de movilidad de la población refugiada y migrante plantea la necesidad de implementar nuevos modelos de educación. El sistema educativo debe seguir creando planes de aceleración y nivelación para que recuperen el tiempo perdido, se actualicen y puedan completar sus trayectorias educativas. En promedio, un niño o una niña migrante o refugiado pierde 2 años de oportunidades de aprendizaje al estar fuera del sistema educativo formal.
“Siento que soy alguien en la vida”
Abraham Josué Báez Ramírez es un ejemplo de cómo los modelos de aceleración educativa ayudan a los niños a recuperar su trayectoria escolar: luego de tres años sin estudiar por falta de cupo, hoy ya piensa en terminar sus estudios y ser ingeniero.
Él y su familia llegaron desde El Tigre, Venezuela, hace cuatro años, cuando tenía 6 años. “Mi mamá insistía con lo del cupo, pero nada. Mientras tanto yo me preparaba en la casa porque sabía que algún día iba a volver a estudiar. Hasta que salió el cupo, pero ya me había pasado de edad. Entonces dijeron que fuera a aceleración. Ahora es hermoso para mí levantarme temprano para ir a estudiar, tengo las tareitas que mandan, ya siento que soy alguien en la vida”, dice este niño a quien le gustan los computadores y la tecnología.
UNICEF resalta la urgencia de unir esfuerzos para lograr que la niñez migrante y refugiada pueda contar la historia de Abraham Josué: que vean materializado su derecho a la educación, sin importar su condición, nivel de escolaridad o lugar donde se encuentren, e incluso que se garantice la continuidad de las trayectorias en medio de su situación de movilidad.
“No es solo asegurar que los niños y niñas migrantes y refugiados puedan ir a la escuela; sino que esta entregue educación pertinente y de calidad, sin dejar a nadie atrás: que quienes han estado por fuera del sistema educativo por su condición de movilidad puedan sentirse parte de un entorno escolar seguro, ponerse al día, nivelarse académicamente, recuperar los aprendizajes postergados y, lo más importante, que logren mantenerse dentro del sistema y terminar sus estudios como parte fundamental de su proyecto de vida”, puntualizó Chapuisat.