EL VENEZOLANO COLOMBIA
En 2019, Nicolás Maduro rompió relaciones con Colombia. Aunque esta medida no es inédita en la historia de ambos países, el impacto sobre la frontera común es significativo dada la ausencia de coordinación para el abordaje de los problemas sociales, el intercambio comercial y la seguridad.
“La paciencia se agotó, no puedo seguir soportando que se preste el territorio de Colombia para una agresión contra Venezuela por eso he decidido romper todas las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno fascista de Colombia. Embajadores y cónsules deben salir en 24 horas de Venezuela”, dijo Maduro el 24 de febrero de 2019.
La decisión se asumió luego de que el presidente de Colombia, Iván Duque, reconoció al presidente de la Asamblea Nacional (AN) de 2015, Juan Guaidó, como presidente encargado de Venezuela.
Ronal Rodríguez, investigador y vocero del Observatorio de Venezuela la Universidad del Rosario (Colombia), señala que, en medio de la ruptura de las relaciones entre Colombia y Venezuela y su impacto sobre la frontera, se ha dado un proceso en degradé [sic].
Explica que ambos países tuvieron un buen momento de su relación bilateral en la década de los noventa, cuando se construyó una institucionalidad que propiciaba el diálogo entre los actores de los dos Estados, se podían enfrentar las amenazas comunes y los grupos al margen de la ley de origen colombiano, que, de vez en cuando, se pasaban al territorio venezolano.
Rodríguez cree que ese nivel de coordinación bilateral fue posible gracias a las comisiones de frontera, las comisiones presidenciales, los constantes encuentros entre diplomáticos y al diálogo de los embajadores con los cancilleres.
Eso se fue modificando una vez llega la revolución bolivariana, y hay que decir, que el presidente Nicolás Maduro es el responsable de la pérdida de los canales institucionales que existían entre los dos Estados. Desde 2012, los canales de institucionalidad entre Colombia y Venezuela fueron poco a poco desmontados. Es decir, no se renovaron las personas que quedaban a cargo de estas comisiones por el lado venezolano”, asevera que, cuando ascendió Nicolás Maduro al poder, continuaba la negociación del proceso de paz, y el eje central de la relación fue la participación de Venezuela en la negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
“Pero una vez esta negociación avanzó, la relación empezó a mostrar deterioro y actualmente nos encontramos en el peor momento de la relación bilateral”, puntualiza el investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.
Señala que la ruptura de relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela ha ocurrido varias veces a lo largo de la historia, pero generalmente se recomponen con relativa rapidez. Sin embargo, expresa que la ruptura de relaciones consulares no era habitual, pese a las tensiones políticas.
Destaca que, en este momento, se han cerrado todos los canales de diálogo entre ambos Estados, lo que origina una serie de dificultades.
Agrega que los espacios de cooperación que permitían que militares colombianos y militares venezolanos se coordinaran para que no ocurrieran incidentes en la zona de frontera, se han perdido. Lo mismo ha ocurrido con la posibilidad de que los gobiernos nacionales tengan diálogos, acercamientos, agendas comunes y posiciones en foros bilaterales.
Por su parte, el general retirado Juan Antonio Herrera Betancourt (Ejército) señala que, además de las comisiones presidenciales binacionales, en el plano militar existían relaciones entre los comandantes de las brigadas de Colombia y Venezuela, como ocurría en el caso de Cúcuta y San Cristóbal, por ejemplo.
“Había un intercambio hasta de orden personal y se transmitían informaciones para mantener la tranquilidad en la zona fronteriza y cuando se combatió la guerrilla había una táctica que se llamaba ‘El Yunque’ y ‘El Martillo’. Esto significaba que guerrilleros venezolanos pasaban hacia Colombia, Colombia los sostenía, que era el yunque, y venían los venezolanos, que eran el martillo, para acabarlos”, relata el militar.
Herrera Betancourt expresa que había cooperación bilateral pese a las discusiones por la disputa del Golfo. Sin embargo, puntualiza, había una interrelación entre las fuerzas militares con el objeto de mantener el combate de los delitos en la zona fronteriza.
Además, señala el oficial retirado, “venían generales colombianos y se reunían con el cuerpo de generales venezolanos. Eso tendrá que volver a hacer porque tanto para Colombia, como para Venezuela, es un perjuicio la situación con los guerrilleros, que se vienen al país. Aquí es un aliviadero donde hacen todas las fechorías y trafican drogas y minerales”.
El general recuerda los manuales operativos que se estructuraban en la Fuerza Armada para el resguardo fronterizo y las experiencias que se compartían con Colombia, sin que esto significase la revelación de información estratégica.
Sobre el intercambio binacional, el investigador Ronal Rodríguez refiere que los generales y comandantes tenían una comunicación fluida y los comandantes de área se llamaban. Se sabía cuándo los grupos guerrilleros estaban moviéndose, se comunicaban información de seguridad y se atacaban las estructuras económicas.
Sostiene que esa falta de comunicación ha permitido que todos los negocios de esta ilegalidad estén presentes en la frontera colombo-venezolana, lo que ha significado que terceros actores, extra continentales incluso, hayan llegado a estas áreas en busca de los réditos de la ilegalidad.
Estamos hablando de grandes negocios que van desde el tradicional contrabando de gasolina que, ahora, es al revés, y ocurre desde Colombia hasta Venezuela. En esa dinámica, esto ha permitido que el negocio del narcotráfico, que es muy rentable, se fortalezca en el área de fronteras”, puntualiza Rodríguez, agrega que el narcotráfico ha crecido y la falta de diálogo entre las Fuerzas Aéreas ha llevado a situaciones en las cuales, incluso, la aviación comercial puede quedar expuesta a peligros. Añade que el tráfico de armas está enquistado en la región.
El investigador de la Universidad del Rosario asevera que, en los últimos años, ha aumentado la minería ilegal en territorio venezolano y en el territorio colombiano. Dice que uno de los temas que más preocupa a las autoridades colombianas es el tráfico de migrantes que no deja ser parte de la crisis, sobre todo en la zona de fronteras; mientras que la trata de personas también se ha disparado.
El 13 de abril, Fundaredes sostuvo que, además de los conflictos armados, la zona fronteriza es empleada por organizaciones delictivas “para captar personas que terminan en manos de redes de trata, explotación y esclavitud”.
“El corredor fronterizo Apure-Arauca, pese a que durante 2021 y 2022 ha sido escenario de fuertes enfrentamientos entre varios frentes de las guerrillas y el Ejército venezolano, es una de las principales rutas migratorias desde Venezuela hacia el sur del continente y también una de las más peligrosas”, señaló la Organización No Gubernamental (ONG).
Ronal Rodríguez advierte que, desde 2021, es tal el nivel de desestabilización que vive la zona de frontera, entre los dos actores estatales, que el conflicto colombiano ya se pasó al territorio venezolano.
“Se ha pretendido colombianizar a Venezuela a través de esquemas violentos, bandas de delincuentes. Venezuela es una víctima de toda esta violencia desatada”, afirmó el ministro de la Defensa, General en Jefe Vladimir Padrino López, en febrero de este año.
Rodríguez puntualiza que el Ejército de Liberación Nacional (ELN) ya no es únicamente una guerrilla colombiana, sino un grupo binacional con presencia binacional, el cual, dentro de muy poco, tendrá mandos binacionales.
“Las guerrillas ejercen un control territorial que no, solamente, es en el plano de la violencia, muchas veces, reemplazan el papel del Estado en esas áreas, se convierten en proveedores de justicia, de servicios, incluso del servicio de seguridad. Eso pasa en el territorio venezolano, eso pasó en Colombia”, subraya el investigador colombiano.
Va más allá, y enfatiza que, por primera vez, “en el caso de Venezuela, se puede hablar de una pérdida del monopolio de la fuerza, lo cual en Colombia siempre ha sido uno de los elementos del conflicto”.
Desde la FAN, se divulgan mensajes que hablan de los esfuerzos que se realizan en la frontera y que el territorio venezolano no se alquila, ni entrega.
“El que tenga ojos que vea. La FAN se encuentra combatiendo a los invasores terroristas armados narcotraficantes colombianos que pretenden traspasar nuestro espacio geográfico para usarlos como guaridas y ruta para exportar sus productos de muerte. La FAN los combatirá sin tregua”, señaló el Comando Estratégico de la Fuerza Armada (Ceofan), el 31 de marzo.
A partir de enero, la Fuerza Armada ejecuta la operación Escudo Bolivariano 2022 “Vuelvan Caras”. Según el Ceofan, en Apure, se ha desplegado un contingente de más de 10.000 hombres.
Conflicto complejo
En marzo de 2022, Fundaredes dijo que no podía señalarse que el conflicto armado en el Alto Apure, en la frontera con el Arauca colombiano, ocurrió hace un año, puesto que es un conflicto agudizado desde entonces.
Juan Francisco García, coordinador de Fundaredes en Apure, cree que la insurgencia de las FARC y el ELN, difícilmente, resistan aplicaciones de operaciones en conjunto por parte de las fuerzas militares de Colombia y Venezuela. A su juicio, lo más difícil de superar será la relación entre los pobladores y los grupos irregulares.
“Lamentablemente no existe voluntad política para que esto ocurra, Venezuela quizás por la denunciada relación que se ha venido construyendo con líderes de estas organizaciones. Colombia se ha mantenido al margen por mucho tiempo, porque el conflicto se había extendido hacia Venezuela, y solo ha aumentado la presencia militar en su frontera en la medida que resucitó la violencia en las poblaciones de Tame, Saravena, Fortoul, Arauca y Arauquita”, aseguró.
El coordinador de FundaRedes indica que los más afectados por la ruptura de las relaciones han sido los ciudadanos de ambos países, no solo por la alteración de la relación social y económica, sino por la sobreexposición de los grupos irregulares que operan en la frontera. Con esto, dice, el territorio de la frontera queda desguarnecido de presencia y patrullaje militar.
Recalca que esta situación propicia “la instauración de bases y campamentos militares de las FARC y el ELN que imponen a las poblaciones sus propias normas de convivencia”.
Sobre esto, el investigador Ronal Rodríguez, refiere que, desde su formación, el ELN ha tenido presencia en el área del Departamento de Arauca, uno de sus bastiones territoriales. Enfatiza que para entender lo que está sucediendo, debe comprenderse que las FARC y el ELN eran enemigos.
Los combates entre las FARC y el ELN fueron muy crudos. Fue un proceso de violencia muy fuerte que se vivió en el área de frontera de Colombia con Venezuela. Esto implicó diferentes momentos de desplazamientos de ciudadanos colombianos que migraron hacia Venezuela, buscando refugio. En momentos puntuales de la guerra, otros actores también entraron a participar en la confrontación, aunque no lo hicieron conjuntamente”, relata.Comparte en una de las particularidades, explica, era que el conflicto permanecía en el territorio colombiano, sobre todo, porque Venezuela era visto como un país donde se podía tener algo de abrevadero, de descanso, donde no se permitía la confrontación de estos grupos.
“Ellos sentían que sí, empezaban esa confrontación, las Fuerzas Armadas iban a duplicar esfuerzos de persecución en territorio venezolano”, expresa Rodríguez.
Señala, que, pese a la delimitación de la frontera terrestre de 2.219 kilómetros, la geografía no es estática: los ríos cambian de curso, aparecen islas en los ríos, hay procesos de deslave en las montañas y la frontera se ha modificado.
“En los últimos años, previos a la confrontación actual, el Ejército venezolano se pasó en los puntos en los que se dieron dinámicas de variación fronteriza y que requerían que el Instituto Geográfico Simón Bolívar y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi se sentaran y se pudieran coordinar”, sostiene.
Puntualiza que la falta de diálogo ha incrementado la desconfianza entre los actores.
“Los militares venezolanos, que tienen el síndrome del despojo, piensan que Colombia les quitó del territorio, y los militares colombianos tienen una profunda desconfianza porque sienten que los militares venezolanos apoyan a los grupos insurgentes colombianos. Esto ha hecho que la dinámica de diálogo esté completamente rota”, subraya Ronal Rodríguez.
Políticas conjuntas
Juan Francisco García (Fundaredes) destaca que Venezuela tiene 19 poblaciones fronterizas con Colombia, mientras que el vecino país cuenta en ese espacio con 24 comunidades. Agrega que estos grupos se han relacionado entre sí, con un comportamiento y flujo humano constante durante décadas.
“La única forma de procurar soluciones reales al difícil conflicto político, económico, social y militar que se ha gestado en la frontera de la mano de las organizaciones irregulares, será con la aplicación de políticas en conjunto por parte de ambas naciones”, indica.
No obstante, cree que esta posibilidad es realmente lejana por la visión política de Nicolás Maduro y de los líderes militares de la FAN.
Maduro y la FAN han tenido una posición histórica, por ejemplo, de negar la presencia de los grupos irregulares, para luego confrontarse con la dura realidad y el acecho de estos a la población y propiamente a los miembros de los distintos componentes militares”, expresa García.
La realidad local
El investigador Ronal Rodríguez indica que, mientras los gobiernos nacionales se han distanciado, los gobiernos locales y los gremios locales fronterizos, entre quienes existía una tensión muy fuerte, han ido mejorando su relacionamiento.
“Hay líneas de diálogo y de confianza entre las autoridades colombianas y las autoridades venezolanas en la zona de las fronteras que, si bien están marcadas por las diferencias de modelos políticos y económicos, en muchos temas logran ciertos niveles de sinergia”, afirma Rodríguez.
Añade que los gremios que se veían como competidores por el comercio fronterizo, también están alcanzando niveles de sinergia. Esto, a pesar del cierre de la frontera, e incluso en la zona de Norte de Santander-Táchira, donde el paso estaba muy restringido, se han logrado dinámicas de relacionamiento importantes.
A su juicio, esto representa la semilla de un relacionamiento a largo plazo.
“El Observatorio Venezuela en diferentes espacios, en reuniones con actores del Estado colombiano, ha expresado la necesidad de recuperar la relación, no porque se quiera reconocer al régimen venezolano, sino por la necesidad y la dependencia que tiene la población”, argumenta.
Recuerda que hay un número importante de ciudadanos venezolanos en territorio colombiano, más del 30 % de la migración venezolana se encuentra en territorio colombiano. Al mismo tiempo, se calcula que, aproximadamente, 3,4 millones de colombianos permanecen en territorio venezolano.
“En este momento es cuando más se necesita de la relación consular”, sostiene el investigador.
Para el general Juan Antonio Herrera Betancourt, es vital el restablecimiento de los canales bilaterales no solo en el aspecto militar, sino en la parte social y por el bienestar de la población. “Venezuela y Colombia nacimos juntos y estamos juntos, tiene que haber una gran cooperación”, subraya.
◉ Con información de El Diario