EL VENEZOLANO COLOMBIA con información de El Venezolano Panamá
Las historias de migrantes son aterradoras. Sin embargo, según organismos oficiales, el flujo migratorio por la ruta migratoria más peligrosa del mundo aumentó en 2021 (130 mil migrantes la atravesaron, según autoridades panameñas) en comparación con los últimos nueve años.
El paso de personas por la selva del Darién, un bloque vegetal que se extiende en la frontera entre Panamá y Colombia no ha parado en este inicio del 2022. Autoridades panameñas han alertado de nuevas rutas y nacionalidades de los migrantes irregulares que toman esta vía.
“Hay un cambio en las nacionalidades, antes los haitianos repuntaban, sobre todo los tres últimos años, ahora es la nacionalidad venezolana”, le dijo a EFE el ministro de Seguridad, Juan Manuel Pino.
Lo que principalmente era un paso de migrantes cubanos, haitianos y africanos en su mayoría, se ha vuelto común para los venezolanos, que desesperados por la situación de su país, tratan de agotar cualquier alternativa sin importar lo peligroso de esta travesía, que para muchos no termina.
La realidad
Reimi Eduardo Parra Urbano (32 años) y Ruth Quevedo (25 años), ambos del estado Aragua, vivieron en carne propia lo que es atravesar la selva del Darién.
Quevedo, quien lleva en su vientre un bebé, recordó el periplo como una total pesadilla para ella, su acompañante sentimental y todas las personas con las que coincidieron.
“No se lo deseo nadie. Ahí pasa absolutamente de todo. No hay ley, uno está a la suerte de los maleantes y sin poder hacer mayor cosa o defendernos. Te quitan absolutamente todo”, recordó.
Parra insistió en la inseguridad. “No hay respeto ni por los niños. De verdad que es una zona terrorífica, pero muchos tomamos el riesgo para poder salir de Venezuela y aspirar a un mejor futuro.
A raíz de la publicación en nuestra web (El Venezolano de Panamá) y redes sociales (@elvenezolanop) de la historia de Reimi Parra y Ruth Quevedo, varios migrantes nos contactaron y se atrevieron a contar parte de su historia, con la condición de resguardar sus nombres.
“Pasé cuatro días en la selva y los cuatro días fui violada por distintos hombres, quienes tenían amenazado a mi pareja mientras cometían su fechoría”, dijo una de las migrantes.
Desgarrador
Otro de los testimonios, frío y desgarrador, llegó a nuestra redacción. “No hay mujer que se salve de ser violada en esa selva. Muchas, por pena, dicen que no pasó nada, pero es muy difícil. Allá no perdonan ni a las niñas”, detalló con voz de rabia e impotencia.
Otros de los migrantes venezolanos, a quien llamaremos Carlos, recordó que cuando estuvo atravesando la selva, vio familias enteras muertas y personas que pedían ayuda con lesiones graves.
“Prestas ayuda hasta cuando puedes porque o te quedas o avanzas; no hay mucho para escoger. Yo vi a una señora ahogándose, niños perdidos, huesos humanos regados en distintas zonas y unas cuantas personas decir ‘aquí me quedo para morirme, no doy para más”.
Otro de los testimonios llegó desde La Chorrera, Panamá Oeste. Una señora que se encuentra en suelo panameño junto a cuatro hijos, su nuera y un nieto.
“En la selva del Darién, arrasados por el río, murieron mi esposo, una sobrina y un hijo de cuatro años”.
Cuando se le preguntó por qué decidieron tomar esa vía, recordó que varias personas los animaron a usar ese camino. “Nunca hubo una advertencia. Incluso, nos mandaban videos diciendo que todo estaba bien”.
Durante el trayecto recordó que fueron robados por indígenas panameños armados. “Uno de ellos apuntó en la cabeza a una niña de brazos, de menos de un año. Es una situación de violencia extrema”.
Explicó, además, que una vez que entraron a Panamá hicieron la solicitud de refugio, la cual les fue negada. Ahora pretenden, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), regresar a Colombia, donde tienen familia.
¿Qué hacen las autoridades?
El viernes 11 de febrero Panamá lanzó una campaña de seguridad en la selva del Darién, con el objetivo de combatir y repeler a grupos insurgentes dedicados al tráfico de personas.
La intención del Estado panameño con la campaña Wana Jumaradá (expresión de la lengua emberá que significa Vamos con Todo) es reforzar la seguridad fronteriza, donde lo que hay es el tráfico de drogas, de personas, delitos ambientales como la extracción de oro de nuestros ríos, quebradas y la tala de árboles”, declaró a Efe el ministro de seguridad de Panamá, Juan Pino.
“Se llevarán a cabo tareas de control de territorio tanto terrestre como marítimo en áreas fronterizas, así como de integración comunitaria, que incluyen la identificación de las necesidades sociales de las comunidades de difícil acceso para que sean resueltas por las autoridades competentes, dijo Oriel Ortega, director del Servicio Nacional de Fronteras (SENAFRONT)