EL VENEZOLANO COLOMBIA | EL COMERCIO
Esa nueva ruta apareció en enero del 2021, pero su uso se intensificó desde mayo. Eso ocurre porque los pasos clandestinos por Huaquillas (El Oro) están colapsados. Por allí se movilizan colombianos, haitianos y venezolanos -que es la mayoría, para ir al vecino país.
Además, entre Macará y Perú hay menos controles migratorios y llegan más rápido a Lima y enfrentan menos riesgos por parte de las personas que controlan los pasos clandestinos en ambos países, explica Daniel Galué, miembro de la onegé Un Mundo sin Frontera.
El puente fronterizo sobre el río Macará está cerrado con vallas metálicas y desde el lado ecuatoriano es custodiado por tres militares y un policía. Pero desde este sitio se observa a las personas que cruzan caminando por el afluente.
En los 60 kilómetros de la línea fronteriza, que tiene Macará con Perú, hay más de 300 trochas ilegales, dice el alcalde, Alfredo Suquilanda. Las más usadas son la Y del Cautivo, Vadial, La Cruz, Piedras Blancas, Las Mayas y Lalajilla.
En estos sitios hay peruanos y ecuatorianos que controlan el paso por vías, puentes y el río Macará. Para cruzar hay que pagar entre USD 1 y 3, en cada lugar. En El Cautivo, a finales del 2020, un grupo de jóvenes invirtió USD 1 000 en una improvisada tarabita.
Colocaron dos cables de 130 metros, para atravesar el río Macará, en una canastilla metálica, que tiene capacidad para cuatro personas. Por allí cruzaron, el sábado pasado, los venezolanos Steven Ramos y Rosana Ramón, con sus hijos de ocho y dos años.
DE PERÚ A CHILE
Los migrantes venezolanos se desplazan por los pasos irregulares del cantón fronterizo de Macará, en Loja, para llegar a Perú o Chile.
Esa nueva ruta apareció en enero del 2021, pero su uso se intensificó desde mayo. Eso ocurre porque los pasos clandestinos por Huaquillas (El Oro) están colapsados. Por allí se movilizan colombianos, haitianos y venezolanos -que es la mayoría, para ir al vecino país.
Además, entre Macará y Perú hay menos controles migratorios y llegan más rápido a Lima y enfrentan menos riesgos por parte de las personas que controlan los pasos clandestinos en ambos países, explica Daniel Galué, miembro de la onegé Un Mundo sin Frontera.
El puente fronterizo sobre el río Macará está cerrado con vallas metálicas y desde el lado ecuatoriano es custodiado por tres militares y un policía. Pero desde este sitio se observa a las personas que cruzan caminando por el afluente.
En los 60 kilómetros de la línea fronteriza, que tiene Macará con Perú, hay más de 300 trochas ilegales, dice el alcalde, Alfredo Suquilanda. Las más usadas son la Y del Cautivo, Vadial, La Cruz, Piedras Blancas, Las Mayas y Lalajilla.
En estos sitios hay peruanos y ecuatorianos que controlan el paso por vías, puentes y el río Macará. Para cruzar hay que pagar entre USD 1 y 3, en cada lugar. En El Cautivo, a finales del 2020, un grupo de jóvenes invirtió USD 1 000 en una improvisada tarabita.
LA TRAVESÍA DE VENEZUELA A MACARÁ
Colocaron dos cables de 130 metros, para atravesar el río Macará, en una canastilla metálica, que tiene capacidad para cuatro personas. Por allí cruzaron, el sábado pasado, los venezolanos Steven Ramos y Rosana Ramón, con sus hijos de ocho y dos años.
Llegaron tres días antes a Macará, luego de 27 de travesía desde Venezuela. Al igual que la mayoría de migrantes se quedan en la ciudad hasta tres días, mientras reciben alguna ayuda económica.
Las autoridades del cantón lojano están preocupadas por el aumento de personas, que piden ayuda en los portales de los negocios, semáforos, parques y pernoctan en las calles.
Suquilanda señala que un promedio de 50 venezolanos llegan a diario. También se observa a familias enteras cruzando por los pasos. En Macará no existen albergues ni sitios de acogida para darles alimentación.
“Como Municipio no tenemos los recursos económicos para atender en las necesidades de esta población”, dice.
Una investigación efectuada por la onegé Grupo de Trabajo para los Refugiados y Migrantes determinó que las necesidades más urgentes de los venezolanos, que viven o están en tránsito por Ecuador, son el acceso a la alimentación (30%), la vivienda (27%) y los medios de vida (21%).
HISTORIAS DE LOS CAMINANTES
El jueves anterior, la bebé de los Ramos Ramón dormía sobre cartones en el piso, mientras su hermano David corría a pedir dinero a los transeúntes. “Hemos pensado en regresar a nuestro país, pero mi hijo dice que allá pasábamos más hambre”, comenta la madre.
Esta familia tiene previsto llegar a Chile donde está su familia. Los esposos cuentan que cuando ingresaron por Tulcán les recomendaron que pasaran por Macará porque no hay controles, se paga menos y son sitios más seguros.
Ahora, el río Macará está casi seco por el verano, lo que es aprovechado para cruzarlo caminando. Otros usan las trochas por donde se los observa cansados y con grandes mochilas en su espalda.
Al macareño Genaro Sarango, de 75 años, le conmueve ver a familias enteras con niños avanzar por estos lugares, agotados por el sofocante sol. “A veces hay alguna agüita para ofrecerles y en otras nos quedamos mirándolos cómo se pierden entre los caminos”.
Para el venezolano David Rincones, lo más duro que le ha tocado pasar es dormir una semana entera en la calle y comiendo lo que le regalaban.
El viernes pasado quería cruzar la frontera, pero no recolectaba al menos USD 20 para avanzar con su periplo.
Él es albañil y se fue a presentar en dos obras de construcción de esa urbe, para que le dieran trabajo por una semana, pero no lo consiguió. “No quiero hacer esto (pedir dinero), pero necesito sobrevivir y avanzar para encontrarme con mi familia en Perú”.
Comenta que ha encontrado bastante solidaridad en su trayecto por Colombia y Ecuador, pero que en los pasos ilegales no les perdonan el pago, así sea bajo el valor. “Les pedimos que nos cobren menos, porque saben que no tenemos dinero y gracias a Dios sí nos ayudan”.
Rincones indica que en los puntos informales de control les alertan cuando hay relevo de los militares peruanos, que se hacen en la noche. Ese tiempo aprovechan para pasar.