Las declaraciones de tinte xenófobo sobre los migrantes venezolanos de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, han generado gran polémica en Colombia, con no pocas críticas de personalidades en los medios de comunicación y gente del común en las calles. Pero también han encontrado eco favorable en un sector importante de la sociedad colombiana, como hemos podido apreciar en las mediciones y análisis de contenido que los especialistas han hecho en las redes sociales.
Las posiciones adversas de la alcaldesa de Bogotá en torno a los migrantes venezolanos han sido reiteradas. Recordemos el pulso que mantuvo con el presidente Iván Duque y su gobierno en marzo de 2020, al comienzo de la pandemia, cuando lo retó a que se encargase, a través de Migración Colombia, de los inmigrantes mientras ella se haría cargo de los colombianos. Incluso, en la campaña electoral que la llevó al Palacio Liévano en octubre de 2019, llegó a ventilar, no precisamente de la manera más asertiva, el tema de las deportaciones de venezolanos, algo que pasó entonces inadvertido en el calor del debate electoral.
No hemos asistido hasta el momento a rectificación alguna por parte de Claudia López. Una aclaratoria, unas explicaciones para contextualizar sus palabras, o unas disculpas a quienes pudieran sentirse agraviados son opciones que las personalidades públicas tienen para solventar situaciones en las que han podido cometer errores o excesos, como cualquier ser humano. No ha sido este el caso. Más bien ha insistido en sus argumentos.
Claudia López es una curtida dirigente política con una sólida formación académica. Con su elección se abrió una gran expectativa de cambios progresistas en Bogotá, y para nadie es un secreto su aspiración presidencial. Sin duda, tiene un liderazgo que gravitará en los próximos años en Colombia. Y justo ahí reside la peligrosidad de su discurso xenófobo.
XENOFOBIA: FENÓMENO LATENTE
La xenofobia es un fenómeno que permanece latente en las sociedades y que se manifiesta cuando la gente rechaza al extranjero, por miedo o desconocimiento, adoptando actitudes excluyentes y discriminatorias hacia ellos. Se ha venido combatiendo, en las últimas décadas, a través de la concientización, la educación, la adopción de instrumentos legales y acuerdos internacionales. Los frutos de esta cruzada los hemos podido ver en las reacciones críticas que se han producido en el país ante sus palabras, un indicador de que no se ha arado en el desierto.
Pero como indicábamos antes, el mayor riesgo reside en que líderes con responsabilidades institucionales y políticas, con cientos de miles o millones de seguidores, enarbolen de manera expresa o velada las banderas de la xenofobia. Con ese ejemplo –mal ejemplo–, más de un ciudadano se verá legitimado a expresar sin pudor opiniones xenófobas y, lo que sería peor, a actuar de seguidas en consecuencia. Basta una chispa para incendiar la pradera.
Claudia López sabe de estas cosas. Ha estudiado en las mejores universidades, en Colombia y en el extranjero. Conoce a su país y su gente. En su carrera política ha sido un adalid de causas justas. Ha defendido y visibilizado a minorías. Podríamos pensar, por lo tanto, que se rige por sólidos principios en su proyecto y actuación política.
¿Por qué la emprende entonces contra la migración venezolana? ¿No es acaso hoy en día esa minoría el sector más vulnerable de la población que vive en Colombia y en Bogotá, la ciudad que ella representa?
¿Se trata de un chivo expiatorio para desviar la atención sobre su propia gestión en materia de seguridad? ¿O es que acaso se trata de un mero cálculo electoral, sabedora que las encuestas muestran un creciente descontento de la población ante el fenómeno migratorio? Un descontento que no será fácil reducir ante el panorama de crisis económica y desempleo que vivimos como consecuencia de la pandemia del covid. Si fuera así, y esperemos que no, estaría ante una flagrante contradicción con unos principios que estimamos tiene.
La gravedad de las declaraciones de Claudia López podemos constatarla a través del llamado de atención que recibió por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh), que expresó “su preocupación por las declaraciones públicas de la alcaldesa de Bogotá el #29oct en las que vinculó a la población migrante venezolana con la criminalidad en esa ciudad”. Recuerda el organismo del sistema interamericano, que «quienes ocupan cargos de responsabilidad pública tienen el deber de no contribuir con su discurso a generar un clima de permisividad o justificación de las violencias que se ejercen contra la población migrante».
Este señalamiento de la Cidh no es poca cosa y debería ser, junto con las expresiones vertidas por decenas de personalidades e instituciones, objeto de reflexión para la alcaldesa. Nunca es tarde para ello.