Viendo el desarrollo de los últimos acontecimientos, y los que aún están por darse, nos hacemos la pregunta ¿es está la Venezuela en la que queremos vivir? ¿es este el país en el que deseamos que nuestros hijos y nietos crezcan?
Un país es una aglomeración de gente con diversas aspiraciones y esperanzas, que luchan, cada uno a su manera, para crear un espacio digno en el que se pueda libremente vivir y convivir.
En Europa esto fue posible, después de que en el siglo XVII, tuvieran lugar unas terribles y largas guerras religiosas, estableciendo la paz de Westphalia, en 1648, mediante la cual se reconoce el concepto de estado nación, es decir, territorios en los que los que allí moraban estaban amparados por el concepto de soberanía.
A nosotros, en nuestra América, tardó algo más en llegarnos ese atributo. Primero fue a los Estados Unidos de Norte América, a finales del siglo XVIII. Por cierto, fue allí donde surgieron los conceptos jurídicos de libertad y separación de poderes que luego fueron incorporados en la revolución francesa con la famosa expresión Libertad, Igualdad y Fraternidad, que se convirtió en el símbolo y norte de las democracias modernas.
Hoy, en nuestro país, vemos que en vez de avanzar hacia un mejor futuro, más bien retrocedemos hacia un pasado primitivo, que creíamos haber superado en el siglo XX.
Estamos viviendo lo peor del absolutismo, porque aparte de que todo depende de la voluntad de un hombre encumbrado ilegítimamente en la cima del poder, este desea perpetuarse, no construyendo un país viable, sino corrompiéndolo para asegurarse su permanencia y la de su descendencia, como amos absolutos de lo que fue o intentó ser algún día un país libre.