Los bodegones son el principal factor de una burbuja de falsa riqueza que envuelve Caracas
Los «markets» de bienes importados, un espejismo en el desierto venezolano

• Maduro alentó la proliferación de tiendas de productos extranjeros destinados al 15% de la población con acceso a divisas

 Nutella, los cereales de los anuncios, Pringles, recipientes gigantes de frutos secos, miles de chocolates en barrita y en pastillas, vinos chilenos, whisky de Estados Unidos y la mantequilla de maní que tanto gusta en el Imperio proliferan estos días festivos en Caracas gracias a los «markets», tiendas privadas de productos importados en su mayoría desde Miami.

También los llaman bodegones y en la capital ya funcionan más de un centenar, aprovechándose de la dolarización de facto que se ha impuesto en Venezuela a costa de un moribundo bolívar soberano.

«Sin duda, en 2019 tuvimos una gran victoria de la paz y la recuperación económica, que se proyecta hacia su expansión en 2020. ¡Venezuela está de pie y victoriosa!», alardeó el presidente Nicolás Maduro durante la Nochebuena, solo días después de haber dado «gracias a Dios» por la dolarización, la moneda del «enemigo». Un milagro muy bolivariano en el que los bodegones suponen una pieza fundamental.

Poco importa que los productos importados se adquieran en dólares y que hayan pasado por encima del supuesto «bloqueo», culpable según el relato revolucionario de la gigantesca recesión que sufre Venezuela, uno de los países más desiguales del planeta. La inmensa mayoría de los venezolanos reciben su salario en bolívares y el sueldo mínimo supera escasamente los tres dólares mensuales. Lo suficiente para comprar un par de chocolates.

«Me vine desde Italia hace un par de meses para abrir nuestro market y aquí estamos, surtiendo a los venezolanos», explica el encargado de uno de estos negocios en el municipio Libertador. El joven, con doble nacionalidad, prefiere el anonimato, no solo para evitarse problemas con el gobierno, sino también porque entre los venezolanos se tilda a todos ellos de acomodados del chavismo, incluso de lavar dinero con estos negocios.

Algunos casos sorprenden por las dimensiones gigantescas del bodegón, como el abierto en la zona nocturna de Las Mercedes. Un paseo en su interior, de pasillo en pasillo entre productos ya olvidados, absoluta exuberancia, se ha viralizado a través de las redes sociales y ha dejado boquiabierto a un país que hasta hace poco sufría por la escasez y el desabastecimiento de los alimentos.

Burbuja

Los bodegones son el principal factor de una burbuja de falsa riqueza que envuelve Caracas gracias a las medidas liberalizadoras impuestas por los asesores chinos y rusos de Maduro. Defenestrados los revolucionarios más ortodoxos, la vía china parece imponerse, aunque llena de incógnitas: nadie sabe si el 1º de enero volverán los impuestos.

Empresarios protegidos por el poder y también emprendedores que han visto la ventana abierta por el gobierno, incapaz de abastecer a un país al que han querido controlar a través de la comida.

Para ponerse en marcha basta con el alquiler del local y con la inversión para la importación, facilitada enormemente a través de las empresas de mensajería.

Con la supresión de estos impuestos, el comercio exterior se ha liberado tras casi 20 años de controles rigurosos. «Se trata de un miniboom comercial basado en bodegones para sectores de alto poder adquisitivo y que no genera el efecto multiplicador de las inversiones productivas», explica el economista José Toro Hardy.

Economistas locales estrechan aún más la burbuja: el 15% de los venezolanos disponen de dólares, el 35% luchan por conseguirlos y el 50% ni se acercan a ellos.

«Lo interesante de los bodegones es que es una prueba viviente de que la economía de mercado se abre paso y responde a incentivos, incluso en terreno infértil. Pero es una pendejada romantizarlos, es una economía sin tracción productiva. Esa economía no nos salva», resume el economista Omar Zambrano.

El gobierno de Maduro también ha usado la Navidad y sus tradiciones para imponer una ficción que miles de venezolanos han «comprado» como si de una ilusión se tratase. En la ribera del río Guaire, un hilo de aguas sucias que cruza la ciudad, instalaron un sistema de luces como en las grandes ciudades.

Hasta allí se acercan los caraqueños para tomarse selfies. Lo mismo sucede en zonas del centro y en Los Próceres, una avenida junto al Fuerte Tiuna, el mayor cuartel militar de la ciudad. Desde el reabierto Hotel Humboldt, casi exclusivo para jerarcas del régimen y empresarios amigos, se lanzan rayos láser gigantes sobre la ciudad.

Como si Caracas fuera la elegida para rodar la tercera parte de Blade Runner, pese a ser la capital de un país que en 2020 vivirá su séptimo año de contracción económica, que ha devorado dos terceras partes de su economía, parecida hoy a la de Honduras o Trinidad.

Con información de La Nación.ar

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