Diálogo con el presidente de la Asociación de Industrias Farmacéuticas.
¿Por qué son tan caras las medicinas en Colombia?

• En el otro extremo están los remedios que se producen en Colombia. Como una curiosidad, vale anotar que estos productos nacionales forman más del 70 por ciento de todas las medicinas que se venden en el país

Según Méndez, tenemos dos tipos de precios de los medicamentos: los que son importados y los de laboratorios nacionales.

Hace siete años escribí, en estas mismas páginas, una crónica titulada ‘En Colombia es más barato un ataúd que un remedio’, sobre los abusos y despropósitos que se cometen con el precio de los medicamentos. Desde entonces he escrito seis veces sobre el mismo tema. Y estoy dispuesto a escribir quinientas veces si con eso contribuyo, aunque sea un poquito, a impedir los atropellos contra la gente.

Perdónenme la crudeza, pero a este país le han mentido tanto, y lo han engañado a lo largo de tantos años, que ya es hora de hablarle francamente, sin eufemismos, disimulos ni arandelas. Aquí hay gente tan pobre y las medicinas son tan caras que quien no se muere por la enfermedad, entonces, compra la droga, pero se muere de hambre.

Además de rebuscar por todas partes, de investigar y preguntar, de meterme en todos los rincones y de husmear en laboratorios y farmacias, esta vez me senté a conversar larga y detenidamente con una verdadera autoridad en esos asuntos, dirigente gremial de los fabricantes colombianos de productos farmacéuticos.

Se llama José Luis Méndez, nació en Bucaramanga y se graduó de médico en la República de Ucrania gracias a una beca que le concedió el Icetex. Es el presidente de la Asociación de Industrias Farmacéuticas, conocida como Asinfar, que agremia a las empresas productoras de medicamentos, especialmente genéricos, de origen latino y americano.

Entre nuestros asociados hay compañías colombianas, argentinas, mexicanas, canadienses”, me explica el doctor Méndez.

Aprovecho de inmediato para ir al grano. El tema no da espera ni tardanzas. Le suelto, a quemarropa, la primera inquietud.

–¿Por qué son tan caros los medicamentos en Colombia? ¿Tiene algo que ver el hecho de que sean producidos aquí o que vengan importados?

–La verdad verdadera –responde él, sin titubeos– es que tenemos dos tipos de precios de medicamentos. Por un lado están los importados, que, en general, tienden a ser altos. Con gran frecuencia esos medicamentos son exclusivos de un laboratorio y no tienen competencia. Esa circunstancia es aprovechada por quienes los importan y los venden, que suelen ser las empresas multinacionales farmacéuticas.

La variedad de precios

En el otro extremo están los remedios que se producen en Colombia. Como una curiosidad, vale anotar que estos productos nacionales forman más del 70 por ciento de todas las medicinas que se venden en el país, pero en precios representan menos del 30 por ciento del mercado. De ese tamaño es la realidad.

–De hecho –prosigue el señor Méndez–, los precios de los medicamentos fabricados en Colombia se encuentran entre los más bajos del continente. En cambio, los precios muy altos corresponden a los productos importados, fabricados en el exterior, que no tienen competidores porque son monopolios protegidos por unas leyes que impiden registrar esos medicamentos en versiones genéricas.

Además, añade el doctor, como esos fueron los primeros en entrar al mercado colombiano, “siguen promoviendo el mito de ser mejores que sus competidores, aunque tengan la misma composición, eficacia y calidad. Lo único distinto, irónicamente, es el precio”.

Las materias primas

En este preciso momento de la conversación me siento obligado a hacer una pregunta que me parece natural y obvia:

–¿Y por qué el Gobierno colombiano no promueve la elaboración de esos mismos productos aquí, en el país? ¿Es que los intereses económicos no dejan?

–Dependemos de ellos –responde el presidente de Asinfar– porque, para empezar, no tenemos las materias primas para producirlos, ni para analizarlos ni para hacerles control de calidad. Todo eso es importado y pertenece a monopolios.

No existe en Colombia una industria química que nos suministre esos materiales. Ni siquiera para producir los empaques en que vienen los medicamentos. “En cambio”, anota Méndez, “eso es, precisamente, lo que están haciendo ahora países como India, Corea del Sur, Brasil y Argentina para abaratar sus productos”.

Como si fuera poco con semejante panorama tan sombrío, el doctor Méndez me explica que “en la venta de remedios al público, a través de farmacias y boticas, el Gobierno colombiano actúa solamente como regulador, pero debería hacerlo como controlador, para prevenir los abusos en los precios que se presentan todos los días. Asinfar ya le entregó al Gobierno nacional una propuesta para promover y estimular la benéfica competencia de precios”.

40 años sin estímulos

Parece insólito, y hasta sería chistoso si no fuera trágico, saber que en Colombia es muchísimo más fácil conseguir licencia para importar un remedio que obtener un permiso para fabricarlo aquí mismo.

–Es facilísimo importar una medicina –comenta el doctor–, pero hay toda clase de trabas e impedimentos para producirla. Desde hace unas cuantas semanas, precisamente, hemos iniciado una nueva ronda de reuniones con el Gobierno para ver si, por fin, se pueden remover esos obstáculos.

–¿Por fin, dice usted? –le pregunto asombrado– ¿Es que ya lo han intentado antes? ¿Qué está haciendo el Estado para estimular o incrementar la producción de medicamentos colombianos?

–En los últimos cuarenta años, y hasta este momento, NADA (póngalo con mayúsculas). Ahora llevamos tres meses reuniéndonos con el Gobierno para buscar la forma de fortalecer la producción nacional. Hemos logrado grandes avances, lo que nos permite ser optimistas. Ojalá que ahora sí.

La triste realidad, según el análisis que hace José Luis Méndez, es que existe una enorme diferencia entre los requisitos que se exigen a los productores locales y las facilidades de ingreso que tienen los medicamentos importados.

–En conclusión –me dice–, es mucho más fácil conseguir una licencia para importar un remedio que para fabricarlo. Ese es el punto clave de las reuniones que estamos adelantando ahora con el Gobierno.

La autonomía sanitaria

Este asunto del abastecimiento de medicinas a todo un país se ha vuelto tan importante que en el mundo entero ya se habla de la autonomía sanitaria, que es el derecho de la población a tener un acceso oportuno a remedios de calidad con precios razonables. Es una de las nuevas formas de la verdadera libertad, y de soberanía.

Pero, para lograr eso, hay que promover la competencia legal y fortalecer la capacidad interna de producir.

–En aras de la verdad debo decir que en este momento –comenta con tristeza el doctor Méndez– esa soberanía está en riesgo en Colombia por varias razones: primero que todo, por el crecimiento gigantesco en ventas de medicamentos que son monopolio de algunas empresas y por la falta de transferencia de esas tecnologías hacia nuestro propio país. Y, en segundo lugar, por la falta de incentivos y estímulos a la producción local de remedios de bajo costo, que deberían ser los de mayor interés para el país porque son los que se usan para tratar las enfermedades más comunes entre nosotros.

Lo más insólito en este caso es que, desde hace muchos años, es el propio Estado el que defiende y promueve los monopolios extranjeros, e impide la competencia legal y la producción de medicamentos de calidad a mejor precio.

Veamos los precios

Tal como lo he hecho en mis crónicas anteriores, y con el propósito de darles a ustedes ejemplos concretos y con nombres propios, les presento una breve lista de varios medicamentos y sus precios en Colombia, comparados con otros países de la región y hasta de otros continentes:

**Crestor. Para controlar los niveles de colesterol en la sangre. Importado desde Puerto Rico. La caja de 30 unidades por veinte miligramos cuesta en Colombia 269.100 pesos. En Uruguay vale el equivalente de 132.242 pesos colombianos. En Argentina, el equivalente de 135.762 pesos nuestros, y en Ecuador, el equivalente es de $ 132.480. ¿Por qué en esos tres países los precios son similares, pero en Colombia cuesta el doble?

**Singulair. Para alergias como el asma y la rinitis. Fabricado en Inglaterra. Vale en Colombia $ 215.650 y en España cuesta el equivalente de 121.920 pesos. En Costa Rica equivale a 131.910 pesos nuestros.

La presión y el cáncer

Norvas. Para controlar las oscilaciones de la presión arterial. Caja de 30 tabletas de 10 miligramos. En Colombia: $ 254.400. En Guadalajara (México) equivale a $ 120.400 (menos de la mitad) y en Guatemala el equivalente es de $ 129.690.

Tasigna. Uno de los medicamentos más costosos del mundo. Para cánceres especialmente resistentes. En Colombia, la caja de 112 cápsulas de 200 miligramos vale $ 7’526.700. En Sevilla (España), su precio en euros equivale a 4’723.012 pesos colombianos.

En estas andanzas de periodismo me encontré un medicamento al que el Gobierno le fijó un precio máximo para el público de 15.000 pesos. Lo están vendiendo a $ 112.000.

Epílogo

Como si fuera poco con todos los problemas que padecen los usuarios del sistema de salud colombiano, como si no bastara con la falta de atención al enfermo y los saqueos a las empresas de salud, o con las citas demoradas tres meses, esta monstruosa carestía de los medicamentos está generando otra gravísima consecuencia: la automedicación, que busca abaratar los remedios.

–Ese supuesto y engañoso autocuidado –me dice el médico cartagenero Martín Carvajal– no solo es irresponsable y peligroso, sino que a veces es peor que la misma enfermedad. Sobre todo en pacientes especiales, como embarazadas, ancianos y niños desnutridos.

Para que vayan viendo en las que andamos.

Punto final. Una vez más me veo obligado a desmentir lo que me atribuyen en las redes sociales: crónicas falsas y llenas de mentiras, infamias y calumnias. Nada de eso lo he escrito yo. No participo en redes sociales porque se volvieron mentirosas. Lo que yo tengo que decir lo digo aquí, en estas mismas páginas, cada quince días.

Fuente: El Tiempo

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